#MujeresQueEscriben

El amor, el odio, la muerte: sabemos que la experiencia humana casi siempre ronda esos temas. Pero, claro, podemos darle una vuelta a esas historias que contamos y no reproducir siempre los mismo tópicos.

¿Cómo contar una historia de amor que no reproduzca un estereotipo? ¿Cómo contar un historia donde haya preguntas, donde las mujeres no quedemos encasilladas en el lugar de espera, haciéndonos cargo del hogar, de la familia (qué familia, qué hogar) y sufriendo violencias varias?

Pensé en esto una vez más al leer la novela de Brenda Navarro, Ceniza en la boca (editorial Sexto Piso, 2022), que me tuvo atrapada durante unos días.

A través de la historia de dos hermanos y su familia, esta autora mexicana retrata la experiencia de las mujeres migrantes latinas en la actualidad: un tema del cual no había leído, al menos, en literatura. Xenofobia, racismo y violencia laboral son algunos de los asuntos que trata esta historia.

La protagonista de Ceniza en la boca es una joven mexicana cuyo hermano, Diego, se suicida siendo adolescente. La historia transcurre en el DF, en Madrid –donde su madre se muda primero, dejándolos con sus abuelos, y luego se instalan ellos dos- y en Barcelona, la ciudad donde la narradora se instala más tarde, en busca de mejores oportunidades y una distancia prudencial de su familia.

Navarro escribe en primera persona, construye un muy buen monólogo. Es cierto que al principio hay que encontrarle el ritmo a la lectura, pero después, es como si estuvieras escuchando hablar a alguien más. La autora logra una voz muy potente ahí.

“Ellos creían que por diez euros la hora, tenían derecho a pedirme que también lavara la ropa, los trastes e hiciera la comida. Es muy difícil, tía, hacer todo mientras cuido a Santi, me decía la mujer, y me lo daba en brazos mientras se ponía sus zapatillas y el perfume y me daba la lista de cosas por limpiar. Y ese día, con los nervios y el estómago en la boca, sin avisarle al matrimonio que iba a salir con su bebé, me monté en el metro con su hijo y pañalera en brazos y fui al instituto de Diego, que estaba como a tres estaciones de aquella casa, y pregunté en secretaría por mi hermano y me dijeron que sí estaba, que no podía salir y ya nada más escuchar que el bruto no estaba tan bruto, porque había ido a la escuela, sentí que el alma me volvía al cuerpo y ya cargué con menos aprehensión al bebé y me lo llevé a pasear a La Vaguada.”

Brenda Navarro, Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022), 196 páginas.

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