#MujeresQueEscriben

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En su segundo libro de cuentos, la autora argentina Delfina Korn invita una vez más a pensar sobre los usos del humor. Publicado en 2022 por Editorial Bombal, «Prefiero morir de amor» tiene siete relatos que apuestan al tono humorístico para construir historias que tienen como eje el amor y el desamor.

1- ¿Cómo fue el proceso de escritura de tu nuevo libro «Prefiero morir de amor»?

Creo que cada cuento fue naciendo de distinta manera. Me fueron cayendo algunos momentos de inspiración y llegué a un punto en que sentí que se estaba formando un rompecabezas entre ese conjunto de cuentos. Esos momentos de inspiración me han venido: durante noches de insomnio, caminando por la ciudad, hablando por teléfono con amigos, tras leer un cuento de otro autor, después de una sesión de psicoanálisis, contándole cuentos a mi sobrina, leyendo viejas libretas de anotaciones mías. Siempre llevo libretitas o cuadernos en los que voy anotando todo lo que me llama la atención: pensamientos, observaciones, cosas que escucho decir a otras personas… Y de repente una de esas anotaciones se vuelve un cuento, o un cuento me termina llevando a esas anotaciones y digo ah, acá entraba esto. Es medio como un laberinto que hay que ir transitando con paciencia: descubrir cuál es la forma final y qué necesita decir cada cuento.

2- ¿Cómo elegiste el título?

El título también cayó del cielo, del inconsciente, o de ese lugar que no se sabe qué es. Hay un personaje en el último cuento que dice algo como «Prefiero morir más tarde. Si no tomo agua ahora, me voy a morir ahora mismo». Y un día me desperté con la voz de ese personaje en la cabeza diciendo: Prefiero morir de amor. Y así quedó.

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3- ¿Qué pensás de los debates en torno al humor en la actualidad? (que no se puede hacer humor con nada, que por «cualquier cosa» las personas se ofenden, que hay demasiada susceptibilidad). ¿En algún momento temés ofender a alguien con tu escritura? ¿Te preocupa la mirada ajena?

Sí me preocupa ofender a alguien, pero si pienso demasiado en eso, no podría escribir. Yo milito la metáfora. Creo en el humor, en el arte y en la metáfora, en la expresión en general, como los únicos modos posibles de tramitar el horror en el mundo.

4- Una continuidad con tu libro de cuentos anterior, «Aguas Compartidas», es la cuestión cultural. Hay cuentos ambientados en distintos países, donde las religiones también están presentes. ¿Qué te interesa de esos temas?

Noto que toda la vida me han interesado, naturalmente, y creo que toda la vida me van a interesar, las personas que están en algún tipo de situación que las coloca un poco en el margen de la sociedad. Ser un inmigrante es un caso muy notorio de eso. Ser ajeno a las normas principales de una cultura, no manejar su idioma; son cosas que pueden ser muy alienantes. Pero al mismo tiempo, esas mezclas, esas situaciones medio al borde, son las que pueden dar a luz las mejores creaciones, los mejores inventos, pienso. Para mí, «alma» significa: una relación particular con el lenguaje. Por eso, todo encuentro con otra alma, con otro tipo de relación con el lenguaje -ya sea porque nos enamoramos, o porque estamos en un país extraño, o porque una situación nos hace notar la unicidad de una persona, de una esquina o de una cultura-, nos modifica hasta la médula. Las religiones me interesan profundamente; las distintas formas de espiritualidad que existen en el mundo, que son múltiples, aunque nos consideremos tan seculares. Me interesa qué considera una cultura o una persona su Dios o sus dioses, y qué discursos arma en torno a eso. Hace poco un amigo me dijo una cosa increíble: que en una situación en la que había estado al borde de la muerte, pensó en su mamá, que había fallecido años atrás, y pensó: mamá, si existís, ayudame.

5- Todos los cuentos tienen muy presente el amor. ¿Cómo escribir historias de amor hoy, cuando se cuestiona desde distintos frentes el modo de vincularnos con el ideal de amor romántico?

Para poder escribir, hay que intentar observar sin juzgar, despejar todo juicio moral que uno pueda tener sobre el personaje que está trabajando. Y por eso, hay que sacarse de encima todo tipo de discursos moralizantes, propios, de afuera, de afuera que hacemos propios, etcétera. Por ejemplo, si voy a escribir sobre una historia de amor, tengo que preguntarme sobre el amor, o mejor dicho sobre ese amor en particular, verdaderamente cómo es, o cómo fue, no cómo debería ser o cómo sería correcto que fuera, o cómo a mí me hubiera gustado que hubiera sido. Por suerte el amor, la pasión humana, desborda, inunda, y supera todo discurso moralizante.

Texto: Rocío Cortina

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