Conocimos la última novedad de nuestra autora preferida por Instagram. Decidimos qué libro llevar a las vacaciones viendo videos de YouTube. Supimos que Annie Ernaux ganó el Nobel de literatura por Twitter.
Es innegable que las redes sociales y los libros tienen una relación cada vez más estrecha. Aún si elegimos leer solo libros en papel, lo digital se cuela en el mundo literario (igual que en todos los mundos).
Para pensar un poco más en la relación entre literatura y redes sociales, conversamos con Roxana da Silveira, escritora, facilitadora de talleres y TikToker. Roxi estudió Diseño de Indumentaria y se formó en distintos talleres literarios. Publicó los libros Prender fuego este invierno (Inguz editorial, 2019) y Todo y para siempre (Liberoamérica, 2020). Además, utiliza sus redes sociales para compartir su pasión por la literatura.
Te dedicás a difundir literatura en redes sociales, ¿qué pensás de este fenómeno y de la circulación que tiene?
Estoy súper a favor de las redes sociales como herramientas para difundir cualquier tipo de arte. Antes de trabajar con las redes, las consumía, sigo haciéndolo y gracias a ellas descubrí un montón de autores y autoras a los que de otra manera no habría llegado. Obviamente que hay que pasar todo por un filtro, a veces hay libros que se ponen de moda y los ves en todos lados, los comprás y en realidad son más marketing que otra cosa. No hay que seguir cualquier recomendación, porque hay miles y es imposible, pero creo que hay muchas cuentas distintas, enfocadas a distintos públicos y eso está buenísimo. Hay gente de todas las edades, de todos lados, celebro esa diversidad de lectores y que tengas un medio accesible en el que volcar tu pasión por algo, que puedas tener un espacio propio donde decir “che, me encantó este libro, me encantaría que lo conociera más gente.” Soy fan de que la gente haga lo que le gusta y pueda transmitirlo.
¿Cambió nuestro modo de leer a partir de las redes?
Es verdad que dentro de las redes, la brevedad es lo que prefiere la mayoría, el formato te pide que condenses las ideas en poco espacio. Pero también creo que a quienes nos gusta leer, leemos todo, lo que es cortito, y también salimos a buscar libros de 300/400 páginas. Igual ahora que lo pienso, sí hay una tendencia a las obras más cortas que antes: últimamente las novelas tienen 200 páginas. La exigencia de rapidez de la vida cotidiana se trasladó a los libros y tenemos menos tiempo para zambullirnos en novelas muy largas. Entonces sí creo que cambió un poco nuestra manera de leer, ¿no?
¿Cómo te llevás con el trabajo con la literatura, y el placer por la lectura y la escritura? ¿En algún momento lo laboral interfiere el placer de leer y escribir y se vuelve medio automático, o monótono?
Qué temón ese. Doy talleres literarios hace tres años y la verdad es que me sigo descubriendo en ese aspecto. Llega un momento donde no sabés bien para qué estás leyendo, si es por trabajo, si es por placer. Me pasa a veces que empiezo una lectura por placer y en el medio digo, che, esto quiero compartirlo en los talleres y de repente, se volvió parte del trabajo. Creo que me está costando más encontrar lecturas que sean solo por placer, pero a veces las encuentro y es hermoso. Al mismo tiempo, dar talleres literarios es algo que me encanta, entonces no lo vivo como una carga, o sea, leer un libro y después poder hablar dos horas del libro con mis alumnos y alumnas es genial, a veces me olvido de que estoy trabajando. Con respecto a la escritura, sí, creo que la escritura ya es un poco más complicada, es que seamos sinceras, leer es mucho más placentero que escribir. Como decía Clarice, escribir es una maldición que salva. La escritura convive constantemente con esa contradicción, es un vínculo extraño el que se tiene con ella. Trato con todas mis fuerzas de que la escritura no sea una obligación, de vivirla sin perder el costado lúdico, sin perder esas ganas con las que empecé a escribir, pero a medida que pasa el tiempo me pongo más exquisita con lo que leo, y también con lo que escribo, y a veces esa autoexigencia me traba un montón. Es una lucha diaria.
¿Cuáles fueron los mejores libros que leíste en este 2022?
Si hablamos de cuentos, creo que mi descubrimiento del año fue Alejandra Kamiya con Los árboles caídos también son el bosque, un libro que me encantó, con una paz, una belleza para hablar de cosas terribles. Lo di en los talleres, lo regalé, lo presté, lo milité todo lo que pude. Si hablamos de no ficción, un librazo que leí gracias a la curaduría de Leila Guerriero para Escape a Plutón, fue Desmorir de Anne Boyer, un libro durísimo, pero lleno de poesía, un testimonio desgarrador y necesario sobre lo que significa estar enferma en este mundo, en este sistema.
Con respecto a las novelas me gustaron varias pero hubo una que me tocó fibras muy profundas, Los llanos de Federico Falco, el ritmo que tiene esa novela me hizo muy bien. Me transportaba al campo.
Y por último, mención aparte a un libro de Juan Villoro sobre la escritura, Mente y escritura, un ensayo muy cortito pero muy potente que leí varias veces durante el año y sé que voy a releer unas cuantas más.
Texto: Rocío Cortina