Para muchas de nosotras, las abuelas jugaron un importante papel cuando éramos chicas. Pero, ¿cómo contribuyen a la transmisión de historias y tradiciones familiares? ¿De qué manera esta relación intergeneracional enriquece la vida emocional de abuelas y nietas? ¿Cuánto de ellas vive en nosotras cuando nos convertimos en adultas?
Estas son algunas reflexiones que surgen después de la lectura del poemario “No hay entierro sin flores”, de Salomé Landivar, dedicado a Juanita, su abuela que falleció durante la pandemia por Covid.
Salomé es traductora y profesora de francés. Nació y creció en Tandil y en la actualidad vive en Buenos Aires. Este es su primer libro, editado por Pinos Oscuros Edizines.
Desde el inicio, sabemos que hay un duelo en “No hay entierro sin flores”. Otro de los temas que aborda el poemario tienen que ver con el vínculo abuela – nieta y con la memoria de la infancia. También se despliega la mirada de la poeta ya adulta, que busca rescatar a esa abuela que estuvo pero hoy no, muchas veces a través de sueños. Así empieza el libro:
Sueño con la abuela.
Subimos y bajamos sierras, calles.
El perfume de los tilos desata
una súbita taquicardia
bajo el prendedor
Es un poemario que visita escenas de la infancia entre abuela y nieta, recordadas desde la adultez. Y quizás, esos momentos en los que, ya de adultas, buscamos a nuestras abuelas en las que dejaron de ser, y nos sorprendemos al confrontar la imagen que guardaban nuestras memorias.
Juntas robabamos gajos y flores
con tijeras plateadas
unas bandidas del lejano Sur
Yo me hundía en un piluso gastado, vos
bajo un pañuelo o un sombrero
algo que te daba aspecto de estrella de cine
eclipsada pero incólume
en la gravedad de la tarde.
La geografía serrana y la particularidad de la vida que tuvimos durante la pandemia también están muy presentes en el poemario:
No la velaron, no hubo misa
solo servicios esenciales.
Aislamiento social preventivo.
No hubo altar.
Como afirman las palabras de cierre de la editora del libro, Marina Petersen: “No solo es la historia de su vínculo con la abuela, sino también la de un mundo sumido en una pandemia que se vislumbra entre líneas, en esos versos que nos hacen sentir la extrañeza de situaciones que en el cotidiano son de otra forma”.