Rocío Cortina
Terminaste de escribir un cuento que te llevó varias semanas. Lo corregiste, se lo enviaste a tus lectores y lectoras de confianza, seguiste con atención sus devoluciones y lo revisaste mil veces. Te gusta como quedó: sucedió el milagro. ¡Felicitaciones!
Ahora solo queda titularlo. Esta es una de las cosas más difíciles de hacer sin un editor o editora al lado, estamos de acuerdo. Sin embargo, como gran parte de las artes de la escritura, es también una cuestión de gimnasia.
El título brinda a los lectores y las lectoras una idea acerca de lo que leerán. El título define de qué va el texto. Sin embargo, no confundamos: no explica ni anticipa lo que leeremos. Si nos detenemos en el nivel emocional, podemos decir que el título capta la atención, engancha, enamora, atrae. Se suele decir que “tiene gancho” cuando logra estos efectos.
Al momento de buscar un título, algunas de las prácticas que me hacen más amena la tarea y que siempre comparto con quienes participan de los talleres, son:
-Buscar una frase del texto que te guste y sea significativa con lo que contás
-Elegir una palabra que englobe el sentido del texto
-Inspirarse en nombres de discos o películas para disparar nuevas ideas
Aun así, no creo que exista una fórmula perfecta para titular.
Hace unos días pregunté en Instagram qué títulos les gustaban mucho. El interrogante no era exclusivo para libros, sino también para películas, discos, series. Surgieron varios nombres maravillosos, por citar solo algunos: “¿Vos me querés a mí?”, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, “Música para camaleones”, “Maldición eterna a quien lea estas páginas”, “No sé si casarme o comprarme un perro”, “What we do in the shadows”, “Cien años de soledad”, “Los hermosos años del castigo”.
¿Qué tienen en común los títulos mencionados? Que son bastante largos, y que incluso contienen interrogantes. Quizás estos sean dos datos para pensar también al momento de titular nuestros escritos.